La hermana Rosa

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       Al pie de tu cadaver solo llora tu hija.
       Nadie te pone amor, ni flores, ni recuerdos.
       Desnuda estas, y sola, entre cuatro paredes
       altas, altas y solas, sin penas y sin duelos.
       
       Ni una silla siquiera, ni un banco en que la gente
       si llegara a mirarte se sentara en silencio.
       Arden las cuatro velas y arden las paredes
       con una llama fria, un apagado incendio.

       El hospital es tierno y son tiernas las manos
       que te han puesto bonita en tu vestido viejo.
       Tu nariz se adelgaza y tu blancura crece,
       se derrama en tu piel como un viento.

       Aranas, caen aranas del techo, caen cenizas,
       papeles, sombras, trapos, caen del cielo,
       rosas que Dios te tira,
       angeles en pedazos, y suenos.


							Jaime Sabines


				(gracias a tc0mjl1@corn.cso.niu.edu)