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Quisiera esta tarde divina de octubre
Pasear por la orilla lejana del mar;
Que la arena de oro, y las aguas verdes, 
Y los cielos puros  me vieran pasar

Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera 
Como una romana para concordar
Con las grandes olas, y las rocas muertas 
Y las anchas playas que cinhen el mar. 

Con el paso lento, y los ojos  frios, 
Y la boca muda, dejarme llevar; 
Ver como se rompen las olas azules  
Contra  los granitos y no parpadear; 

Ver como las aves rapaces se comen 
Los peces pequenhos y no despertar; 
Pensar que pudieran las fragiles barcas   
Hundirse  en las aguas y no suspirar; 

Ver que  se adelanta, la garganta al aire,    
El hombre mas bello;  no desear amar
Perder la mirada, distraidamente,  
Perderla y que nunca la vuelva a encontrar; 

Y, figura erguida, entre cielo y playa,  
Sentirme el olvido perenne del mar.





				(gracias a Cristina B Diaz)