De: Leopoldo Lugones El mar lleno de urgencias masculinas bramaba alrededor de tu cintura, y como un brazo colosal, la oscura ribera te amparaba. En tus retinas y en tus cabellos y en tu astral blancura, riel^? con decadencias opalinas esa luz de las tardes mortecinas que en el agua pacifica perdura. Palpitando a los ritmos de tu seno hinchose en una ola el mar sereno; para hundirte en sus vertigos felinos. Su voz te dijo una caricia vaga, y al penetrar entre tus muslos finos la onda se aguzo como una daga. (gracias a Gladys Alvarellos)