La reforma electoral


Antecedentes  
La reforma electoral es un acto de gobierno que el adelanto de la vida política del país exige. Lentamente las fuerzas sociales van gravitando para extender el ámbito del sufragio y garantir la verdad de los comicios. En la evolución de los partidos y en la prédica de los dirigentes, así como en la prensa, el libro y la cátedra, hemos señalado este proceso en los capítulos anteriores. La reforma electoral la imponían los partidos políticos y la opinión pública. La vida cívica del país estaba asfixiada por los comicios desiertos y el fraude electoral. Hemos observado que en las primeras décadas de la cuarta República llegaban al gobierno los hombres más sobresalientes, y que, en épocas posteriores, no sucedía lo mismo. (1) Una gran masa de ciudadanos no podía gravitar directamente en la vida pública a causa del voto restringido y el funcionamiento de la "máquina electoral". Los presidentes Roca, Quintana y Figueroa Alcorta, hombres de Estado de probada capacidad, se apercibieron de la presión del ambiente que reclamaba la reforma y por diversas circunstancias no pudieron llevarla a término. El valor del presidente Sáenz Peña finca en la decisión y la energía para satisfacer aquellas aspiraciones colectivas, que concordaban con sus propias convicciones políticas, expresadas invariablemente durante toda su vida pública: la verdad de los comicios y la universalidad del voto son la base del sistema democrático y de la autoridad del gobierno.

El presidente Sáenz Peña hizo de la reforma electoral la tarea principal de su gobierno. (2) No fue el resultado de una improvisación, sino el producto de una larga gestación, robustecida por múltiples observaciones y experiencia propia, dentro y fuera del país. Desde joven luchó contra el personalismo, tan preponderante en la política nacional. El mismo fue víctima del caciquismo político, después de 1892, que determinó su alejamiento momentáneo de la acción militante.

Durante su larga estada en Europa, estudió las instituciones políticas, los movimientos de las grandes masas proletarias y la evolución que sufría el concepto del Estado señalado por distinguidos profesores como Duguit y Jellineck. Siguió igualmente con interés los matices y la extensión del sufragio en Inglaterra, Francia y Alemania. Los ensayos electorales en Bélgica (1899) y Suiza (1890-1892) indicaban francamente la tendencia de sustituir el sistema de lista, inaugurado por la Revolución Francesa, donde sólo triunfaba la mayoría, hacia otras formas que aseguraban la representación de las minoría en el Parlamento. el Congreso Internacional del Derecho Comparado realizado en París, había rechazado el régimen electoral que aseguraba la absoluta representación del partido mayoritario y propició la participación de los partidos minoritarios en el gobierno.

Combatir el personalismo en política y asegurar el voto libre eran dos temas que Sáenz Peña siempre trató en sus ensayos y discursos. "Las instituciones deben primar sobre la voluntad de los hombres". Al despedir a Figueroa Alcorta le había expresado que su gobierno fue de "defensa, de renovación y de lucha"... "El punto de partida, arranque y génesis de las mejoras institucionales que me toque realizar." Adversario tenaz del general para evitar la vuelta al sistema. José María Ramos Mejía decía que Sáenz Peña y Figueroa Alcorta eran los dos grandes heterodoxos de la política argentina moderna cuando se proponen romper con la "tradición de vergüenza que ha atrofiado al país". (3) La situación que vivió la República durante la presidencia de Figueroa Alcorta, jaqueada continuamente por los caudillos políticos, sin que el Presidente pudiera hacer efectiva su promesa de reforma electoral, también influyó en el espíritu de Sáenz Peña. Este insistía: "un pueblo... que no puede votar, ni darse gobiernos propios, no es un pueblo en el concepto jurídico, ni en su significado sociológico; esto no es una república, ni una democracia". En otra ocasión repetía: "esa evolución (de la vida institucional) está en retardo y genera gravísimas perturbaciones". (4) Este tema le obsesiona, es su constante preocupación. Lo revelan la nutrida correspondencia que mantenía con sus amigos desde Europa y sus discursos políticos. La exteriorizó, en declaraciones públicas, al aceptar su candidatura a la presidencia.

Personificó un nuevo tipo de gobernante, como no había existido en la historia del país. No era la expresión de un partido, ni contrajo compromisos, ni ató vínculos que pudieran comprometer su imparcialidad en la contienda electoral. Consideraba que no era suficiente la norma legal para combatir la atonía política que sufría el país, para concluir con viejos hábitos corruptores e influencias personales. No bastaba la disposición escrita, si las autoridades que la aplican no se conducen correctamente. El precepto de ley y los propósitos del presidente pueden ser contrariados e interpretados diversamente por los gobernadores de provincias que conservan su autonomía y obedecen a otros intereses. Ya lo había dicho el jefe de la Unió Cívica Radical al presidente Figueroa Alcorta en las entrevistas que habían celebrado en 1907 y 1908. "La falta de garantías no sólo provienen de la ley y de las condiciones en que se ha preparado su aplicación, sino de la intromisión de las autoridades que debiendo velar por la pureza del sufragio hacen todo lo contrario". (5) No era fácil la empresa ante el descreimiento de la opinión pública que tantas veces había escuchado promesas semejantes en muchas ocasiones no practicadas u olvidadas. Había que romper una larga tradición y contrariar importantes intereses. El Presidente necesitó prestigiar su autoridad y dar un valor trascendente a su palabra; sobre todo, necesitó que se creyera en su imparcialidad y en su decisión de realizar la reforma política. Y ésta fue una de sus tareas principales que logró con manifiesto éxito.

Sería largo enumerar las opiniones de los hombres más destacados del país que condenaban el régimen electoral vigente. Pellegrini (conservador) afirmaba que significaba "vicios, fraude y subversión". El ministro Joaquín V. González (conservador) decía que el sistema vigente "es ya insostenible". El diputado Mariano de Vedia (conservador) observaba que la reforma electoral era un verdadero anhelo del país y el sistema de lista el mejor aliado del fraude. Citaba la frase de Sarmiento que la calificaba como fraudulenta, inconstitucional y perversa (6). El diputado Ramón J. Cárcano (conservador) sostenía que la revolución era la protesta armada contra la corrupción electoral. Alfredo Palacios y Enrique Dickmann (socialista) insistían en la legitimidad y necesidad de una reforma política. Hipólito Yrigoyen (radical) y su partidarios estaban empeñados en la reforma y reorganización de los elementos constitutivos del derecho electoral.



(1) "El predominio de Roca alejó de la política a muchos hombres de valor y de carácter que se han acostumbrado a la oscuridad y a quienes hay que sacarlos de su Bastilla." Carta de Roque Sáenz Peña a E. Ramos Mexía, Roma, 28-V-1908.
(2) "En aquel momento, su cerebro de gobernante me causa la impresión de un gran local sin más mobiliario que una urna de sufragio libre." R. J. Cárcano, ob. cit.
(3) Citado por C. Ibarguren,ob. cit. pág. 239. El diputado Juan B. Justo, dijo que Sáenz Peña, hombre del 90, había evolucionado durante su estada en Europa. D.S.C.D., 31-v-1912.
(4) Discurso de Sáenz Peña en el Comité del Partido Autonomista, 23-VIII-1905.
(5) E. Ramos Mexía, ob. cit. Carta de José Figueroa Alcorta a Cárcano, publicada fragmentariamente en Mis primeros ochenta años.
(6) El caudillo conservador Gangui tenía la reputación de ser el mayor acaparador de libretas cívicas. Las retenía en su poder y el día de los comicios las enviaba con sujetos de su confianza para que votaran por el candidato que él indicara, sin que los dueños reales de ellas concurrieran al comicio. "Roca es un poroto a mi lado. Tengo 2.500 libretas". Carta a Sáenz Peña, 17-V-1908. A. G. N.

Tomado de: Miguel Angel Cárcano: La revolución por los comicios. Buenos Aires. Editorial Eudeba 1976.




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