La Expedición a la Verdad

Daniel Salomón

 

Kafka enunció "La literatura es siempre una expedición a la verdad". Ningún artista se sentiría incómodo si extrapolamos diciendo: El arte es siempre una expedición a la verdad; tampoco ningún científico si proponemos: La ciencia es siempre una expedición a la verdad. Los términos arte y ciencia en esta frase son intercambiables. Debemos preguntarnos entonces, ¿artista y científico parten en una expedición tras la misma verdad?, ¿sus mochilas están cargadas con los mismos instrumentos para llegar a ella?, ¿cuando nos presentan una muestra de su verdad tienen las mismas expectativas de respuesta por parte de la sociedad?

Adelantemos los argumentos a desarrollar: 1) Existe un encuentro esencial entre el arte y la ciencia, las dos re-crean una realidad compleja mediante la intuición inductiva. 2) Existen diferencias de mirada, pero el desencuentro se fundamenta en los estereotipos e instituciones de control social construidos a partir de ambas miradas. 3) Existe una responsabilidad ética hoy y aquí: deconstruir los estereotipos, como trabajadores responder instrumentalmente a lo que demanda la realidad, como ciudadanos modificarla con nuestra herramienta común más poderosa, la imaginación.

Contemplemos el espectro del encuentro al desencuentro en las voces de un mismo siglo. Heisenberg introduce la incertidumbre sujeto-objeto en ambas miradas por igual: "el observador es siempre parte de la fórmula, el hombre viendo la naturaleza debe contar en ella, el experimentador en su experimento y el artista en la escena de sus pinturas." Julian Huxley propone la equivalencia del acto creativo: "relativamente temprano en la evolución del hombre apareció un tipo de organización mental que es capaz de alcanzar posibilidades ilimitadas, juzgándolo así Goethe no es ni más ni menos grande que Leonardo, Shakespeare que Dante o Esquilo, Darwin que Pasteur, Kant que Platón". Sin embargo, tanto desde el arte como desde la ciencia se intentó también trazar un límite definido.

Según Kandinsky, "El contacto del ángulo agudo de un triángulo con un círculo no produce menos efecto que el contacto del dedo de Dios con el dedo de Adán en la obra de Miguel Angel".

Kandinsky escribe: "la matemática científica y la matemática pictórica son esferas totalmente distintas la una de la otra, el contacto del ángulo agudo de un triángulo con un círculo no produce menos efecto que el contacto del dedo de Dios con el dedo de Adán en la obra de Miguel Angel. Y si esos dedos no son anatomía y fisiología, sino algo más, es decir, recursos pictóricos, tampoco el círculo y el triángulo son geometría." Y Schulte Herbruggen confirma: "Mientras la ciencia se refiere al mundo real que existe independientemente, condicionado por causa y efecto, el mundo de la literatura es ficticio, creado por el artista en nuestra imaginación por medio del lenguaje, un artefacto condicionado por leyes estéticas, un mundo sui generis." Pero imponer una distancia entre las dos disciplinas, ¿ha cumplido alguna función o es sólo la expresión del miedo a la libertad del otro? Hagamos una breve expedición a la mala convivencia, desde la ignorancia mutua hasta el antagonismo abierto.

 

El desencuentro: ¿Usted se habría dejado curar por Rabelais? Como médico es un buen escritor deben haber sentenciado en las aulas de Montpellier, aunque probablemente su humor salvó más vidas que las sangrías prescritas por sus colegas. La identidad propia se afirma mediante la construcción del otro. Las imágenes del científico y del artista se consolidaron en la cultura occidental como estereotipos, componentes de los habitus de Bourdieu, polos de una dialéctica forzada razón-intuición, a contrapelo de la unidad clásica y la fusión humanista, o de la estrecha relación entre Intuición y Ciencia desarrollada por Mario Bunge.

Como médico es un buen escritor, deben haber sentenciado en las aulas de Montpellier los contemporáneos de Rabelais.

Las comunidades artística y científica asumieron los estereotipos asignados por terceros como propios reconociéndose en ellos, utilizándolos como credenciales de pertenencia al cenáculo de los elegidos. El resto del universo pasó entonces a la categoría de idiotas en el sentido griego, personas no calificadas por la naturaleza para ejercer la máxima expresión del pensamiento. La verdad se tornó absoluta, otras verdades posibles apenas apostasia o fraude. Artistas y científicos oficiales, representando los estereotipos esperados, lograron el control hacia adentro de sus oficios, acaparando los recursos disponibles. Sin embargo, aceptar el par dialéctico implicó también aceptar el antagonismo excluyente entre ciencia y arte. William Blake llegó así a blandir la poesía mística en su batalla contra la "tiranía" fanática de los filósofos racionalistas. Y de esta forma, alternando una realidad basada en la razón o en la intuición, distribuyendo los recursos en forma diferencial, los propietarios de dichos recursos lograron también un control social hacia afuera del arte y de la ciencia, disciplinando la imaginación, uniformando el discurso, hegemonizando la interpretación del mundo mediante sus voceros sacralizados. Como ejemplo de esta mecánica de control baste recordar que un día de junio de hace poco menos de 400 años Galileo fue declarado hereje, los Habsburgo de Austria absorbieron a la nobleza de Hungría y Bohemia mediante el uso premeditado del vals, el conservacionismo ecologista ha sido en ocasiones manipulado para impedir el desarrollo de los países periféricos, el dogmatismo del Concilio de Trento se correspondió con el de la Academia de la Crusca y el stalinismo con el realismo socialista, y Antonio de Nebrija al entregar la primera gramática de una lengua romance a Isabel la Católica, le expresó sin ingenuidad posible: "Siempre la lengua fue compañera del Imperio".

 

"Le public, mon cher, le public est stupide (...)", Honoré Daumier (1808-1879).

Hoy, lo veremos más adelante, la dialéctica quizás tiende a resolverse aceptando la aproximación desmitificada a una realidad múltiple. Sobrevive sin embargo en las paredes de los laboratorios donde, desde sus fotografías, nos bendicen los iconos laicos, los Padres de la Ciencia, contraseñas de pertenencia. Las reproducciones de obras de arte en esos santuarios científicos las más de las veces son apenas decoración accesoria, no una identificación con otra visión de la realidad posible. Anecdóticamente una parasitóloga amiga, no hace tanto, se iluminó cuando reconocí, por encima de las lupas, entre fotos de nematodes sublimes, el rostro de Marguerite Yourcenar, demostrándome que existe un tercer culto ecléctico, con sus propios signos de reconocimiento. Pero la búsqueda de los sitios de encuentro esenciales va más allá de la construcción de un nuevo estereotipo elitista o de puentes contingentes.

 

Los híbridos estériles: La pintura de Van Gogh, un efecto colateral medicamentoso; la literatura de Cortázar, un desequilibrio endocrino. Cuántas veces nos topamos con desarrollos de este tipo, puentes que miran a una disciplina desde la vidriera de la otra, caminos divergentes antes que identidades. En la mayor parte de los casos resulta en un aporte unilateral, sin un proceso de convergencia o retroalimentación que nutra por igual al arte y la ciencia. El más obvio de estos desarrollos y quizás el más tramposo para el observador equidistante es la ciencia ficción, especialmente la denominada space opera. Por ello cuando las propuestas científicas se tornaron demasiado abstractas, cuando la mecánica tangible ya no sirvió ni siquiera para explicar el funcionamiento de los objetos de uso cotidiano, los autores de este subgénero volvieron a incorporar elementos gótico-mágicos en sus historias de armaduras, rayos láser, espadas, universo virtual y griales. Este fenómeno de híbridos inconducentes también se verifica en otros campos, de manera más sutil. Los análisis psicopatográficos de Sigmund Koch y Leo Navratil, los simposios sobre neurología de la música o cognición de la pintura abstracta, son ejemplos de la ciencia utilizando a los artistas o al arte como objeto de estudio. La música-matemática del Fausto de Thomas Mann o de los Abalorios de Hesse, el Factor Constante de Zanuzzi, la dupla Resnais-Laborit en El Tío de América, la plástica óptico-cinética, la variaciones biológicas desde La Enciclopedia hasta los pólipos de Miró, son ejemplos donde el arte utilizó a la ciencia. Aún es frecuente encontrar en libros y artículos originales de revistas científicas títulos del estilo Medicina, ¿ciencia o arte?, y a poco de transitar el texto uno encuentra que las definiciones no están basadas en el conocimiento sino en la ignorancia, pues el par ciencia-arte quiere expresar en realidad evidencia-experiencia o aún peor, investigación-artesanía. Desbrozada así la relación entre el arte y la ciencia de los senderos que se bifurcan, sólo nos queda desandar el camino para buscar la identidad de actitud, de herramientas, de modelos, de virtudes y de vicios.

 

La actitud común: ¡Un examen hemogenético para los cavernícolas de Altamira! Muchos hijos, pocos padres. Un ser humano pinta por primera vez un bisonte estilizado y señala el sitio del corazón o la posición del feto. Arte y ciencia le asignan el título de padre fundador, o quizás, desprendiéndonos de los prejuicios dominantes de género, haya sido una madre fundadora. Este individuo intenta reproducir la realidad pero no sólo copiarla, sino también interpretar sus elementos esenciales, recrearla, re-presentarla. Posiblemente le otorga cierta autonomía a lo creado, una vez fuera de su creador existe independientemente de él, pero también cierta interdependencia que lo liga tanto al creador como al universo objetivo representado. Le confiere a la pintura la capacidad de modificar lo existente con su sola presencia explicativa. ¿Fue un artista? ¿Fue un científico? Fue ambos, porque fue un ser humano zarpando en la gran aventura individual y colectiva, la expedición a la verdad. Al observar su obra sentimos placer estético, no tan diferente del que se revela ante la perfección acabada en sí misma de la novena sinfonía de Beethoven, un cuadro de Delaunay o Rothko, la teoría de la selección natural o el modelo de la doble hélice de Watson y Crick. Escalas cuantitativas de un mismo placer estético. Una construcción adquirida que no implica aceptar la unidad psicobiológica atávica del evolucionismo o el funcionalismo, sino la identidad del ser humano y el azaroso éxito de algunas aventuras del pensamiento. Un hecho sensorial básico enriquecido con la doble perspectiva transversal y longitudinal de la cultura, su impacto actual y su interpretación histórica.

Las herramientas comunes: "Baudelaire fue un químico orgánico. Él sintetizó nuevos compuestos extraordinariamente repulsivos. Pero incoherencia y mal olor no hacen a un Baudelaire. ¿Cuál es la diferencia esencial entre arte y ciencia? Es una pregunta difícil, Goethe podría haberla contestado, pero él no pensó que valiese la pena", escribe Zinsser en su libro Ratas, piojos e historia. Arte y ciencia, desde sus respectivas miradas, han utilizado herramientas y métodos similares. La mayor invención humana, la escritura fonética, y su consecuencia tardía la imprenta y el libro en folio, son los pilares del crecimiento científico, de la literatura y de gran parte de la progresión en el resto de las artes. Y aunque la ciencia se jacta de utilizar un lenguaje aséptico, Barthes ya señaló que la elección de un lenguaje es siempre una elección ideológica, aserción que cobra fuerza tanto en la utopía del lenguaje de la literatura de ficción como en las descripciones de los modelo-metáfora de la literatura científica, aunque no desee reconocerse a sí misma como ficción.

 

El placer estético se revela ante la perfección acabada en sí misma de la novena sinfonía de Beethoven, un cuadro de Delaunay o Rothko, la teoría de la selección natural o el modelo de la doble hélice de Watson y Crick.

Tampoco podemos desconocer ya el papel de la imaginación en la creación científica o de la disciplina metódica en la creación artística. Las dos parten de una observación inductiva del mundo, de la verdad, para reconstruirla desde la abstracción a la conciencia. Balzac preconizaba vampirizar la realidad regurgitándola en creación. Es lo que hizo John Snow al asociar el cólera con las bocas de agua potable y recrear la realidad con una hipótesis; es lo que hizo Mendel ignorando la obsecuencia cómplice de los contadores de arvejas, suponiendo que la construcción imaginada sobre los mecanismos de la herencia superaba las imprecisiones de lo concreto. Un vampirismo que permitió navegar cómodamente entre ciencia y arte a Leonardo y a Goethe. La misma intuición inductiva utilizada por Daniel Defoe al proponer en 1722 que la peste de Londres fue causada por "criaturas invisibles que el aire arrastra, que penetran en el cuerpo engendrando violentísimos venenos o huevos envenenados."

 

 

Los modelos comunes: "Nietzche, Dostoievsky, Zola y Marx pueden haber contribuido a crear el clima intelectual que permitió a Einstein imaginar un universo sin autoridad, sin un punto de referencia absoluto" nos dice R. Schwartz en su ensayo Una mirada integrada a la visión modernista. Arte y ciencia tienen conflictos semejantes frente a la realidad. Las dos han intentado en el pasado abarcar un objeto estático y dinámico a la vez, único y múltiple. Ambas han construido modelos para simplificarlo y abarcarlo en lo esencial, una novela, una composición sinfónica, una teoría científica. Ciencia y arte han confluido resolviendo el dilema causalidad-probabilidad, admitiendo que lo real es sólo una versión de lo posible. Han resuelto la disyuntiva azar-determinismo con aproximaciones simultáneas al caos, donde hechos aleatorios menores determinan un suceder anárquico sólo en apariencia. Arte y ciencia desde sus nupcias en el Renacimiento recién pudieron consumar hace poco más de un siglo, cuando el realismo fáctico aceptó sus límites. Ciencia y arte entonces, nutriéndose a veces y otras convergiendo, comenzaron a transitar a la misma velocidad, en el mismo nivel y dirección según la visión plástica de la historia de F. Braudel. Las nuevas verdades científicas se correspondieron entonces en su marco conceptual con los intentos de expresar el mundo que ensayaban las vanguardias artísticas.

 

Según Kandinsky, el rojo es masculino, angularidad y acción; según la ciencia, es una radiación electromagnética de 700 nanometros. Ambas descripciones refieren a contextos diferentes. La definición que es operativa para el artista resulta arbitraria para el físico; a la inversa, la que garantiza la reproducibilidad para el científico no advierte al pintor sobre los efectos de uso en una composición. ¿Deberíamos renunciar a alguna de las dos?

Desde la ciencia el equilibrio dinámico de Claude Bernard, la realidad intangible de Freud, la incertidumbre y la materia vacía de la física de las partículas, el azar y la necesidad de Jacob y Monod. Desde el arte el derrotero del impresionismo a Marcel Duchamp, Man Ray o Jaspers Johns relativizando objeto y representación, la pérdida de absolutos en la música, el dadaísmo-surrealismo como lo entiende Walter Benjamin, la polisemia de Joyce, el fluir de Bergson-Proust, el absurdo de Kafka o Buzzati, El milagro secreto de Borges o La noche boca arriba de Cortázar donde tiempo y espacio son parte de una misma ecuación. Es una identidad que sólo puede alcanzar su expresión en equivalencias medulares, no en lo superficial. Por ello, las construcciones del futurismo elaboradas sobre los elementos más aparentes de la modernidad se volvieron reaccionarias, independientemente de su componente ideológico, como se puede constatar con la pintura de De Chirico o la poesía de D’Annunzio.

 

 

Vicios y virtudes comunes: ¡Un sedante para Leewenhook! La interpretación de la verdad que ofrecieron los diferentes movimientos artísticos puede ser asimilada, sin forzar demasiado los conceptos, con las teorías de la ciencia normal de Kuhn. Simplificando: un movimiento o teoría, consensuado por la comunidad artístico-científica, crece y se desarrolla hasta que se acumulan demasiadas anomalías, ya no es capaz de explicar la realidad y devienen las revoluciones. Pero simultáneamente a los que avanzan muy rápido y los que prefieren quedarse atrás, superpuestas a los ciclos de la ciencia normal, se presentan etapas de dominio de técnicas y estilos hegemónicos, ya no creativas sino repetitivas por imitación. Leewenhook en su momento aportó una enorme cantidad de información, pero hay más cosas en el cielo y en la tierra que las que se observan en un microscopio. Sus seguidores llegaron a describir homúnculos en los espermatozoides, sirviendo así a la estructura género-dominante. Confundieron los aportes de una técnica, poderosa pero limitada, con la verdad última y excluyente, con el fin de la expedición y de la historia. De esta manera los herederos mecánicos de la técnica-estilo hegemónico construyen sus propios estereotipos, mecanismos de reconocimiento y pertenencia, justificándose mediante una sobrevaloración del papel que cumplen en la sociedad. El dogmatismo y la intolerancia descalifican entonces a los pares que no han sucumbido al culto, los incorporan al mundo de los idiotas, e intentan esterilizar a su mayor enemigo, la imaginación. Como ya vimos antes para la dialéctica ficticia ciencia-arte, también en este caso la uniformidad impuesta es la que otorga control hacia el interior de cada disciplina, y mediante la manipulación de un lenguaje único se vuelve herramienta de control de los proveedores de recursos sobre el resto de la sociedad. Pero a diferencia de la dialéctica forzada arte-ciencia descripta antes, cuando se impone una técnica-estilo hegemónico ni siquiera sobrevive la capacidad creativa, y la rutina llega cómodamente al exceso y al aburrimiento empobreciendo un futuro posible

Estos monumentos a la humanidad vacía de contenido son los que plasmó Flaubert en Bouvard y Pécouchet, la "Enciclopedia de la necedad humana". La mirada de un artista, como ya lo había hecho Rabelais en su época, realizó una revisión crítica y metódica del conocimiento, de las ideas esterilizadas por el academicismo, desde la química y la medicina hasta el derecho y la literatura eclesiástica. En el texto se observa cómo necedad del saber se torna fácilmente en crueldad e injusticia, cómo la manipulación del conocimiento se puede transformar en herramienta de control. Tras la publicación póstuma del Bouvard, los defensores de la confrontación arte-ciencia levantaron nuevamente la bandera del escándalo contra Flaubert, acusándolo esta vez de condenar a La Ciencia, cuando en realidad su obra condenó a los creadores de sistemas de ideas sin principios morales pero dogmáticas, sin seriedad metódica pero canónicas, sin imaginación. En 1874, tras comenzar su obra, el autor le escribe a Turgeniev: "Siento que me embarqué en un larguísimo viaje, hacia regiones desconocidas, del que no retornaré jamás", características intrínsecas de la impredecible expedición a la verdad.

Por otra parte la pendularidad histórica de la tensión dialéctica razón-intuición ha llevado en períodos de supremacía de la razón a un arte enriquecido de método y racionalidad, y en períodos de supremacía de la intuición a una ciencia experimental enriquecida de imaginación y abstracción. Un ejemplo interesante fue el discurso utilizado en las controversias sucesivas que desde Mesmer y su magnetismo animal, pasando por Von Haller y la irritabilidad, llegaron a la discusión entre Galvani y Volta sobre la electricidad animal. Frente a un par de patas de rana se enfrentaron entonces diferentes conceptos sobre la singularidad del fenómeno biológico, pero también el Galvani del Ancien Régime y el Volta revolucionario napoleónico. Cada uno acusó al otro de utilizar conceptos mágicos más propios de la imaginación artística que de la certeza fáctica científica. Hoy podemos reconocer que las posturas no eran excluyentes, podemos comprender simultáneamente el fenómeno magnético asociado al impulso nervioso, las vías sensitiva y motora, los transmisores sinápticos en las "partículas químicas viajeras" de Galvani, y el potencial de acción en la pila eléctrica de Volta. Sin embargo ni la energía magnética, ni la nerviosa, química o eléctrica tenían una más tangibilidad concreta que la otra, tanto para el ser humano de entonces como para el actual, pues en definitiva son todas construcciones imaginarias. Dos resultados complementarios pero no menos indicativos de esta dualidad complementaria ficción- realidad objetiva fueron, el primero la repetición del experimento como acto de magia científica en todos los salones europeos y en el laboratorio del Dr. Frankenstein, el segundo la casi extinción de algunas especies de ranas más por la moda de electrocutarlas que de comerlas.

 

La solución a la esquizofrenia, dividirse en dos. Un caso particular pero también sintomático son los creadores que se formaron en una disciplina artística y una científica. J. W. Ábalos, Alicia Jurado o Ernesto Sábato son algunos ejemplos nuestros. Vladimir Navokob en su obra crítica demuestra formación de entomólogo. También encontramos unidad de mirada en H.G.Wells, no en la forma evidente de la ciencia ficción, sino en su concepto de progreso relativo frente a la maldad individual del hombre invisible, la maldad social en la máquina del tiempo, o la falta de referencia ética en la isla del Dr. Moreau. Sin embargo, la esquizofrenia sólo se logró resolver cuando parejas de hermanos absorbieron cada uno la visión del otro. Julian Huxley, el biólogo, escribió sus ensayos con la libertad y creatividad de un artista, advirtiendo sobre las peligrosas extrapolaciones de la ciencia a una sociedad sin arte. Aldous Huxley, el narrador, en Contrapunto describe con meticulosidad de taxónomo a una dupla quijotesca de científicos. Lord Edward conectado al mundo por la música y la ciencia, un "imbécil" para su familia quien sufre una revelación de solidaridad universal, una epifanía joyceana, al leer a Claude Bernard. E Illidge, su contraparte, personaje semejante al Wells real, alternando resentimiento y amargura al no poder resolver su conflicto entre ciencia y acción directa sobre la sociedad. Tomando otra dupla de hermanos, el talento creador de Gerald Durrell, el zoólogo, es indiscutible en las narraciones sobre animales y otros parientes, las poesías, los relatos de viaje donde transmite un placer estético por la naturaleza, y su compromiso conservacionista que trascendió lo científico. Por su parte Lawrence Durrell, el escritor, con su Cuarteto de Alejandría nos muestra diferentes versiones que se ajustan todas a la misma realidad, una realidad relativa como la de Einstein, modificada por el observador como la de Heisenberg, probabilística y fragmentaria como la que propone la ciencia contemporánea.

 

Hoy y aquí: "No hay guerras tan furiosas y sangrientas ni de tanta duración como las ocasionadas por las diferencias de opinión, especialmente si son sobre cosas sin importancia." afirma el Dr. Gulliver sobre el mundo de los Yahoos, para que el Sr. Swift nos recuerde que el hombre-Yahoo es el humano despojado de humanidad, limitado a la brutalidad, a la inmediatez de lo material. Algunos manipuladores de la globalización y sus instrumentos de comunicación electrónica parecen compartir su opinión. ¿Cuál es el espacio para la creación científica o artística en este escenario, cuál el espacio en nuestro escenario actual de pobreza patética?

 

¿Pueden convivir el artista y el científico? La tendencia hacia la especialización hizo que la convivencia armónica se tornara connivencia vergonzante: el artista-científico sospechado de carecer de verdadera inspiración, el científico-artista de ser un farsante. La solución a la esquizofrenia: dividirse en dos.

A científicos y artistas en situaciones críticas como la que vivimos nos une el amor y el espanto. Tenemos posibilidades de ser protagonistas de la historia o sólo sus agonistas. Podemos mantener los estereotipos, mirar lo cotidiano desde la autopista elevada que nos lleva a nuestra verdad, sobrevalorar nuestro papel, y cuando la sociedad no responde a nuestras expectativas de recursos o atención representarnos como mártires resentidos. Artistas y científicos desarrollamos entonces casos graves de Síndrome de Prometeo, le llevé el fuego a la humanidad y por eso me castigan los dioses, o de Síndrome de Casandra, he advertido a la humanidad de su destino pero nadie puede entenderlo, nadie quiere escucharlo.

Desde la otra vereda, la sociedad mercantil, mediatizada, individualista, competitiva y con un discurso hegemónico, ¿qué artistas y científicos propone? Con miedo a su propia imagen teme el fraude de los pseudo-artistas que anteponen el beneficio económico a la imaginación, teme el impacto de los científicos que anteponen el beneficio económico al bien común, creatividad y ética solidaria que esa misma sociedad no promueve. Cuando sus voceros exclaman, ¿es esto arte?, ¿adónde nos lleva la ciencia?, confrontan a artistas y científicos, pero en realidad están expresando la incapacidad de una cultura homogeneizada para acercarse al arte o a la ciencia sin chaperones bien informados, sin tutores mediáticos que propongan los iconos y estereotipos a admirar, sin los centuriones del saber. Esa mediatización que requiere cienti-artistas obsesivos, excéntricos, autistas, de una rebelión inconducente, vendible y fácil de manipular. Esa mediatización que recela y promociona a la vez el pseudo-arte sin imaginación y la ciencia sin ética, exponiéndonos a un riesgo igual o mayor, el impacto del arte sin ética y el fraude de la pseudo-ciencia sin imaginación.

Aceptar que arte y ciencia son aspectos de una misma expedición humana a la verdad, armadas ambas con los instrumentos de la creación, puede ser necesario, pero no es suficiente. La verdad aséptica es banal si no hay un compromiso proactivo con la realidad. Debemos reconocer y deconstruir los estereotipos de control, debemos integrarnos a la comunidad como trabajadores de la ciencia y el arte sin privilegios, sin auras heredadas del autoritarismo, debemos ser responsables de nuestros actos y sus consecuencias. Como artistas y científicos tenemos que aportar al bien común mediante nuestra actividad específica. No desde la postura pedagógica de Bertold Brecht o Bertrand Rusell, pero sí desde la convicción de ambos que recrear la realidad contribuye a cambiarla. Nuestro aporte instrumental es urgente, debemos priorizar las actividades que sirvan para resolver o mitigar el sufrimiento del prójimo. Los exégetas del Antiguo Testamento destacan que en la peregrinación por el desierto, en el penoso camino de la esclavitud a la liberación, el maná fue anterior al texto divino, el pan fue anterior al libro. Podríamos agregar que una vez presente la harina imprescindible para llegar a ser libres, luego el libro fue necesario para construir la libertad.

Como científicos y artistas podemos contribuir con nuestra praxis, pero también ciudadanos debemos enriquecer la interpretación de la realidad con nuestra visión particular, ayudar a estructurar los desafíos del pensamiento futuro. Hoy la pobreza mundial y nacional no es sólo de recursos, también lo es de imaginación, y ésa es nuestra herramienta. Si no hay marcos de referencia para aprehender el mundo complejo contemporáneo comencemos a construirlos, desde la tolerancia que nos marcó la falta de absolutos, desde la compasión a que nos obliga nuestra perspectiva de hijos comunes de Altamira, desde la pasión que ha signado la aventura del arte y la ciencia, la aventura humana por la verdad. Considerando que la mayor diversidad de especies y diversidad de relaciones se encuentra en los ecotonos, que la mayor reactividad y riqueza de interacciones ocurre en las interfases, asumiendo por ciencia la ciencia y la ciencia que está implícita en el arte, y por arte el arte y el arte implícito en la ciencia, podemos concluir diciendo: La vida nos es dada, la ciencia nos hace posible vivir mejor, el arte nos hace posible saber que estamos vivos, los dos nos hacen posible ejercer la vida. Citando nuevamente a Julian Huxley: "La modelación de la materia por el espíritu es, en un aspecto ciencia, en otro arte (...) tengamos cuidado de no dejar que las fuerzas modeladoras se opongan entre sí cuando pueden cooperar."